sábado, 12 de diciembre de 2009

TANTAMAYO Y EL MISTERIO DE LOS YAROWILCAS




Como todos los pueblos de las sierras huanuqueñas del Alto Marañón,Tantamayo parece colgado entre los imponentes abismos y quebradas tapizadas de campos de cultivo.

Tantamayo era un pueblito tan inaccesible y feliz que cuando llegó la televisión y vieron las primeras imágenes con las noticias, sus habitantes no podían creer que había tanta maldad en el mundo.

-Seremos zonzos, pues -dijeron los primeros habitantes que enfrentaron la caja boba.

Como todos los pueblos de las sierras huanuqueñas del Alto Marañón, Tantamayo parece colgado entre los imponentes abismos y quebradas tapizadas de campos de cultivo. Están muy cerca al cielo y a casi 3,500 metros sobre el nivel del Mar de Grau.

Su hermoso paisaje de campiñas serranas sólo es afectado por esa serpiente de tierra afirmada que trae los autos luego de siete horas de camino desde la ciudad de Huánuco hasta este bellísimo rincón de la provincia de Huamalíes. Sus habitantes son hospitalarios por naturaleza y compiten entre ellos por halagar al visitante con su célebre sopa verde y un reconfortante "calientito" de aguardiente suavizado con limón y unas yerbas secretas que heredaron de sus abuelos.

Pero la televisión también trajo la imagen de los rascacielos neoyorquinos y esa imagen quedó prendada entre sus pobladores a la hora de explicar las enigmáticas construcciones de varios pisos de altura ubicadas en las cimas de las montañas vecinas. -Nosotros también tenemos nuestros rascacielos -dicen ahora no sin orgullo- pero son los más antiguos del mundo. Y no les falta razón. Los restos arqueológicos de Sussupillo y Piruro son el principal atractivo turístico de la zona y los más visitados por los turistas que llegan a Tantamayo.

Ambas construcciones son las más cercanas y monumentales, pero en toda la provincia de Huamalíes se han identificado 81 imponentes restos arqueológicos adjudicados a la mítica civilización Yarowilca, bautizada así por el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala. Tantamayo y el reino de los Yarowilcas son ignorados en los textos escolares y en los catálogos turísticos del Perú, pero figuran como un provocador destino de aventura en las principales guías turísticas internacionales. Sin embargo, no son pocos los historiadores y arqueólogos que investigaron la zona de influencia Yarowilca, una cultura de aguerridos montañeses con afanes imperiales que llegó a dominar una extensa zona que comprende parte de los actuales territorios de Cajamarca, Huánuco, Ancash, Lima (en las provincias de Cajatambo, Canta y Huaral) y Pasco. Al viajero francés Bertrand Flornoy se le considera su "descubridor" luego de recorrer toda la zona durante treinta años.

Flornoy identificó la zona de expansión Yaro, realizó estudios que confirman una antigüedad de casi tres mil años y aseguró que su capital fue Tantamayo. Julio C. Tello, por su parte, no tuvo tiempo para investigar a fondo pero vislumbró su importancia y recomendó estudiar a la cultura de los misteriosos rascacielos. Al parecer, los constructores de Tantamayo serían una de las culturas más antiguas del Perú, que se habría gestado durante cientos de años, llegando a niveles de complejidad social y tecnológica muy altos, siendo capaces de edificar no una sino decenas y quizás cientos de construcciones de hasta 6 pisos, con escalinatas interiores en forma de caracol, algo que los incas no pudieron, o no quisieron, repetir. De Sussupillo y Piruro se dice que pudieron ser bastiones guerreros por su estratégica ubicación, pero hay quienes aseguran que los "edificios" fueron recintos sepulcrales.

Alberto Bueno Mendoza ratificó el área de expansión Yaro pero desestimó a Tantamayo como su capital. Kauffman Doig sostuvo que los Yaros se formaron luego de la desintegración de los Tiahuanaco-Huari, mientras que Waldemar Espinoza postuló que los Yaros construyeron el Gran Pajatén. Esta hipótesis, empero, fue descartada por Duccio Bonavia. Según el arqueólogo Alberto Bueno Mendoza, la influencia Yaro sobre los Chachapoyas no ha sido estudiada, pero no descarta que pudieran haber existido relaciones comerciales, incluso mencionó que en las últimas exploraciones realizadas por el arqueólogo Miguel Angel Cornejo junto a Gene Savoy se localizaron nuevos restos Chachapoyas, que demostrarían un desplazamiento de los Chachapoyas hacia la sierra de La Libertad (frontera con Huánuco). El enigma continúa. Las ciudadelas, templos, palacios y fortalezas de los Yaros son realmente espectaculares y merecen ser estudiados e incorporados dentro de circuitos ecoturísticos, ampliando así la frontera turística de nuestro país.

Hoja de ruta
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Para llegar a Tantamayo hay dos vías; la primera consiste en ir de Lima a Huánuco por la Carretera Central (8 a 9 horas) y de allí siete horas más hasta Tantamayo.

La segunda es tomando los buses que van de Lima a La Unión y de allí a Tantamayo. Su terminal está en el centro de Lima, en la calle Ayacucho 942, la más recomendable es la empresa Cavassa, todos salen a las 5:00 pm, salvo la

empresa Armonía (calle Leticia 630) que tiene servicio a las 12 y a las 5 pm. De La Unión a Tantamayo parten combis todos los días a las 5:00 am (junto a la agencia de Cavassa).

También es posible tomar las combis de La Unión a Tingo Chico, y allí esperar los buses que van desde Huánuco a Tantamayo. Existe también el servicio directo Lima-Tantamayo, de la empresa Estrella Polar (Av. Luna Pizarro 330).

viernes, 11 de diciembre de 2009

ENTRE CUSCO Y PUNO: Sobre rieles, sobre ruedas





"Viajar es vencer", dice el viejo proverbio árabe: vencer lo desconocido, vencer la rutina y también, vencer la certeza de haberlo visto todo. Una nueva travesía, mitad en tren mitad por carretera, nos abre los ojos una vez más sobre los territorios insospechados que unen Cusco con Puno.


Paul Theroux es un exitoso y algo cínico novelista y escritor viajero norteamericano, cuya especialidad consiste en emprender largas rutas en tren por todo el mundo y luego relatarlas en libros que se venden por millones. Sostiene Theroux que la esencia del espíritu viajero está en hacerlo en tren, pues el tren es un microcosmos que se mueve por sí mismo, como un sistema de vida sobre rieles. No sabemos si Theroux haya tomado o no el tren Orient Express que une Cusco con Puno en diez horas, pero si no lo hizo aún, le falta una experiencia esencial. La ruta ya fue catalogada como una de las diez mejores del mundo por la revista Wanderlust, uno de los más serios referentes viajeros de Europa: "Valles, montañas e iglesias coloniales hacen camino a través del altiplano antes de que picos nevados anuncien que el tren alcanzó los 4.312 msnm. La vía desciende luego a través de pequeños pueblos y pastos ondeantes antes de alcanzar las costas del Titicaca...".


La partida, puntualísima, del tren, es a las ocho de la mañana, desde la vieja estación cusqueña de Wanchaq. Nos alegra saber que nos acompañará un día soleado: el tren cuenta con un vagón panorámico desde el cual las imágenes que se nos abren imaginariamente, de la naturaleza y los pueblos, vienen con grandeza.


Los vagones del antiguo ferrocarril han sido restaurados, rescatando su aire finisecular con buen gusto y comodidad. Un pisco sour tempranero, suave en apariencia, seco, nos entona y nos seguirá entonando por varias horas más, gracias a la cordialidad del gran barman Wilber. Estamos en la Clase Inka, y descubrimos que nos acompañan gentes de todo el mundo. Vemos familias completas, padres e hijos adolescentes y de pronto se nos hace claro que el Perú es también perfecto para este tipo de viajes familiares, donde todos disfrutan de algo específico. Hay también una clase backpacker, a muy buen precio y con la misma vista del camino.


LA OBSERVACION DE LO IMAGINADO


Gran parte de la ruta va en paralelo al río Urubamba y a la nueva carretera. Salimos por Saylla y sus chicharronerías y más tarde aparece la laguna Huacarpay, con las montañas duplicadas en sus aguas tranquilas. Estamos en zona conocida, recordamos haber visitado muchas veces lugares próximos como el centro inca de Tipón, el pueblo de Oropesa y sus panes olorosos, Andahuaylillas y su templo preñado de frescos y murales; Huasao, pueblo de brujos; Urcos. En este punto debemos elegir entre observar directamente el paisaje o remontarnos con la mente a todo lo que la ruta nos está sugiriendo, y nos quedamos con lo primero, pues el regreso, que será en bus, nos permitirá detenernos en lugares concretos. Ahora, dejemos las cosas como vienen.


A medida que vamos subiendo hacia la puna ralean los pueblos y caseríos y se impone el paisaje de pastizales planos bajo un Sol nítido. Estamos por llegar a La Raya, el límite entre los departamentos de Cusco y Puno, donde nace el río Urubamba y el punto más alto de la ruta: 4312 msnm. En este lugar el tren se detiene por unos minutos para que los pasajeros hagan sus compras, pues aquí se concentran artesanos para ofrecer sus tejidos, cerámica y sus joyas post hippies.


La entrada a Juliaca -ya con varios pisco sour entonándonos- es una alucinación. Como sabemos, el dicho popular consigna que "mientras Puno danza, Juliaca avanza", en alusión a la inagotable capacidad juliaqueña para micro comercializar todo lo imaginable. Pues bien la vía del tren cruza uno de los tantos mercados de esta ciudad -que es un mercado gigantesco- y cuando entra el dragón de fierro con su chacachaca y su sirena, centenares de puestos de ambulantes que estaban tendidos sobre la vía, se levantan por unos minutos, antes de volver a armarse con un bullicio humano que parece oriental, el sonido de la compra y de la venta de jabones, equipos de música, hierbas curativas, computadoras, comida, ropa usada, ropa nueva, espejos, discos, autopartes, zapatos, cartomancia, bicicletas, lo que sea, apenas diferenciado por billares ambulantes y canchas deportivas para armar y desarmar. Los pasajeros extranjeros pierden el habla ante el espectáculo de este mundo que no cesa de vivir ni un solo instante y nosotros, que somos parte de él, también quedamos fascinados: no es solo una estética la que nos impacta: es, sobre todo, la evidencia de la vitalidad.


Texto de R. León

jueves, 14 de febrero de 2008

CAMINO INCA A MACHU PICCHU: GRANDEZA DE RUTA Y DESTINO


Texto de Rafael León.

Una ruta que es a la vez la constatación de la sabiduría arquitectónica de los Incas, un trekking espléndido y una experiencia invalorable de contacto con la naturaleza, permite retomar la lógica con que los constructores de Machu Pichu idearon su simbología original. Es el Camino Inca a Machu Picchu, un tramo de 43 kilómetros que forma parte de los más de 40 mil que conforman el gran Qapaq Ñan.

Cuando la ciudad de Machu Picchu, hacia los años 50 del siglo XX, pasa ante el mundo a convertirse en el icono de la cultura inca y en uno de los atractivos turísticos más importantes del planeta, se crea un símbolo que, por las exigencias turísticas del mercado, nos instaron a conocerlo de una manera superficial: una estadía de algunas horas entre sus muros de piedra y sus panorámicas alucinadas, un hermoso viaje en tren y una veloz subida en minibús... Así se definió el ingreso a Machu Picchu y así quedó fijado para la mayoría de visitantes que ésta recibe, una suma que bordea los trescientos mil turistas por año. Se calcula que desde su puesta en valor ha recibido algo más de siete millones de visitantes.

Este nuevo símbolo del Perú, de rápida difusión, produce un quiebre, una fractura con la lógica, con la Historia y con la secuencia cultural que los creadores de Machu Picchu -los Incas- habían establecido como inherente a su ciudad sagrada. Esa secuencia era una manera de llegar, que obligaba al caminante a recorrer con gran esfuerzo una ruta hecha de granito y cuarzo, en la que iba encontrando a su paso construcciones destinadas a fines diversos (hospedaje, cultivos, meditación, culto, vigilancia), plantas y animales viviendo en la misma naturaleza que los genera y los acoge; climas de una diversidad casi absoluta, paisajes sobrecogedores, cielos y fenómenos atmosféricos capaces de hacer sentir al hombre su pequeñez y su dependencia y al final, el espectáculo mágico e imborrable de Machu Picchu vista desde lo alto, recortada contra el cielo, quieta como un reino de cultura integrado a otro natural. Es decir, una visión holística, cósmica del camino, el destino y el entorno.

Llegar a Machu Picchu luego de haber recorrido el Camino Inca, no tiene punto de comparación con subir por esa suerte de cicatriz que es la carretera de ascenso desde Aguascalientes. Dan fe de ello los 70 mil viajeros que con los pies ampollados y el aliento entrecortado, sienten que más que una experiencia de turismo, han pasado por un viaje existencial, sin temor a la exageración. De los 70 mil caminantes que anualmente lo recorren, sólo el 17% son peruanos; el resto, gente sensible y culta del mundo. Estas cifras no se explican únicamente por el factor precio; hay que entenderlas por el lado de la ignorancia y desvalorización de nuestros mejores recursos. Que el peruano sí viaja, lo deben demostrar los registros de ingreso a Miami. ¿Será que no tenemos idea de lo que es el Camino Inca?
El Camino Inca es parte del Santuario de Machu Picchu; como tal, su uso turístico se enmarca en una normatividad ligada a la protección y conservación del conjunto. Sin embargo temas como capacidad de carga, eliminación de residuos, protección de flora y fauna o prevención de incendios, son quizás más urgentes en el Camino Inca que en el resto del Santuario. La fragilidad del recurso es muy grande, lo demuestran los venados, las aves, los osos, los insectos y los reptiles que ya no aparecen ni aparecerán jamás, ahuyentados por una presencia humana excesiva y poco discreta. Las historias recientes son de incendios catastróficos o de las siete toneladas de basura acumuladas diariamente en temporada alta.

En el año 1990, se promulgó un Reglamento de Uso del Camino Inca a Machu Picchu que entró recién en vigencia a inicios del 2001, orientado a preservar el recurso en base a una normatividad exigente. A cambio de haber casi triplicado el costo del ticket de ingreso, el reglamento ofrece una serie de servicios que por el momento sólo figuran en el papel. Escasean los servicios higiénicos, la ubicación de los campamentos sigue siendo aleatoria, no hay manera de eliminar sensatamente los residuos, pareciera que incluso el límite máximo diarios de visitantes (500 personas) no se respetará. Un grave error sigue en pie: ese intragable albergue levantado ni más ni menos que al lado de Wiñay Wayna, que destroza la calidad de la experiencia sostenida hasta ese momento, con sus feos muros de cemento mal pintados, su tugurización, y la estridencia de su música. Todo eso puede y debe mejorar; ningún descuido, error humano o ausencia de criterio puede restar valor y grandeza a la experiencia de recorrer el Camino Inca hacia Machu Picchu.

Imperio del festín: Tradición y renovación en la gastronomía cusqueña


Texto de Alonso Ruiz Rosas. Fuente: Revista Bienvenida.

La capital inca no sólo alberga el principal patrimonio arqueológico y el más vistoso legado del arte virreinal de América del Sur. El paladar encuentra también verdaderas satisfacciones en la variada oferta culinaria que la ciudad ofrece al visitante.

ARTE Y PARTE DEL DESAYUNO
Los principales hoteles del Cusco incluyen, como corresponde, un bien servido desayuno. Junto a las frutas frescas, los saludables cereales y los huevos revueltos, en los diversos bufetes matinales destacan el aromático café de la zona, los quesos del Altiplano, algunos embutidos y unos finos, vaporosos tamales de maíz blanco. Si el viajero es amante de la aventura puede darse una vuelta por el mercado central, de paso que aprecia los altares con espejos del templo de Santa Clara, y beber abundantes y tonificantes jugos o zumos hechos con las mejores frutas de la región. El mercado oferta también algunos suculentos platillos para madrugadores o trasnochadores hambrientos: caldo de cabeza de cordero, escabeche de gallina, caldo de ranas, entre varios humeantes potajes..
Otra opción para acabar con el hambre matinal es el Ayllu, café ubicado desde hace décadas en el estratégico Portal de Carnes, al lado de la catedral. El Ayllu tiene la mejor música clásica y la más estridente pintura indigenista de la ciudad.
Son recomendables sus panes con nata, el chocolate cusqueño y el ponche de leche con pisco, que calienta hasta las huesos más destemplados. El Ayllu exhibe la tradicional repostería hispano mestiza de la urbe: enrollados de manzana, lengua de suegra (hojaldre con manjar blanco) leche asada, pionono y otras dulces cuya preparación, con sabor hogareño, dirige la señora Zoila Paz de Beltrán, propietaria del local. Los cusqueños son muy aficionados a banquetearse a media mañana con dos de las especialidades locales: el adobo de cerdo (carne macerada en chicha de maíz y ají colorado), y los famosos chicharrones de la misma carne, tan apetecibles como reñidos con la silueta y cierto colesterol. Los chicharrones vienen acompañados de una ensaladilla de cebolla en la que abunda la digestiva hierbabuena. Hay chicharronerías por doquier y para todos los gustos, aunque por comprensibles razones éstas no suelen ser frecuentadas por los visitantes, a esa hora dedicados a toda clase de excursiones por la ciudad y los alrededores.

DEGUSTACIONES DEL MEDIODÍA
Para algunos apetitos, el almuerzo es la hora indicada para probar las especialidades de la gastronomía cusqueña. La oferta está en las disparejas y humildes picanterías rigurosamente estudiadas por la socióloga Eleana Llosa en un ya clásico libro y, mejor aún, en las llamadas quintas, entre las que sobresale la Quinta Eulalia, en la calle Choquechaka*. ¿Qué degustar si se opta por el sabor tradicional?. El veraniego capchi de setas (revuelto de hongos, habas y algo de queso), el soltero de cuchiccara (ensalada con trozos de pellejo de cerdo), el chairo (una contundente sopa con diversas carnes) y los rocotos rellenos con un picadillo de res y verduras.
El almuerzo es, también, el momento oportuno para iniciar una aproximación a las novedades gastronómicas de la ciudad. La lista de locales que merecen visitarse puede empezar con el Varayok o el Pucará, dos acogedores restaurantes con atractivas cartas y esmerada atención en las inmediaciones de la Plaza de Armas. El Varayoc tiene algunas especialidades suizo germanas nada desdeñables. En la Plaza de Armas sobresale también el emblemático Inca Grill, con una amplia y refinada carta en la que destacan los platos de la llamada "cocina novoandina", de la que es pionero en el Cusco: alpaca con tarta de quinua, tacu tacu de pallares con sábana de alpaca, tiradito de trucha con ají amarillo, amén de pastas y otros preparados nacionales e internacionales. Otras opciones camino a San Blas: el Jack’s Café, el Macondo, y dos restaurantes muy atractivos en la misma plaza de este pintoresco barrio de artistas y artesanos: el Pacha Papa, con un contundente lomo saltado, un generoso seco de cordero y un sabrosísimo olluquito con carne y charqui de alpaca; y el Greens, con una exótica carta que, del curry a la mozzarrella, va de lo local a lo hindú y lo mediterráneo.

EL BANQUETE NOCTURNO
La noche ofrece una amplia gama de opciones para nutrir el cuerpo tras las excursiones diurnas. La lista es larga e incluye pizzerías, parrillas, el vistoso Fallen Angel y alternativas diversas. Pero hay dos restaurantes de visita obligatoria, con mayor razón si no alcanzó el tiempo para degustar sus exquisiteces a la hora del almuerzo: la Cicciolina y el MAP Café. La Cicciolina, en diagonal frente al palacio Arzobispal (palacio de Sinchi Roca), es, secuencialmente, una bodega de delicattesen digna de cualquier capital del mundo, un bar de tapas estupendo (alcachofas; humus con berenjena y zuchini a la parrilla; pimiento piquillo con queso crema, alcaparras y truchas ahumadas, entre otras delicias) y un restaurant de alto nivel, bajo el mando del chef argentino Luis Alberto Scilotto, de las canteras de La Gloria, garantía de gran cocina en Lima.
La carta de la Cicciolina combina eficazmente la tradición mediterránea con algunos productos de la región: de la clásica polenta o del rigatone rigate a la putanesca, con una salsa ligeramente picante, a un tierno lomo de res bañado en salsa de sauco y gorgonzzola o un lomo de alpaca a la parrilla a las cuatro pimientas, con la oportuna compañía de un delicado soufflé de yuca como guarnición.
El MAP Café, para algunos el mejor restaurante de la ciudad, ocupa parte del patio del novísimo y espectacular Museo de Arte Precolombino del Cusco, en la Casa Cabrera. Rafael Casabonne, empresario limeño afincado en el Cusco y uno de los artífices de la renovación gastronómica de la ciudad, asegura que él y su socio Jorge Luis Ossio Guiulfo han tratado de incluir en la carta platos que puedan estar a la altura de las obras maestras que exhibe el Museo. Y razón no le falta. De las manos del chef Hernán Castañeda salen inolvidables preparados del nuevo mestizaje gastronómico: gnocchi de papa amarilla y camarones en salsa de coral y rocoto; atún a la miel de ajonjolí con puré de camotes al aji limo y jengibre; confit de cuy, el tierno conejillo de indias, cocinado lentamente en la sabrosa manteca de pato; canilla de cordero con trigo verde y tomates confitados y otras delicias como el asado de alpaca en salsa de atún o una refinada recreación del cusqueño capchi de setas, además de postres tan acertados como las ponderaciones de lúcuma y chocolate blanco o los helados de la casa.

Puede afirmarse, sin duda, que la oferta gastronómica del Cusco ha crecido notablemente y que está en condiciones de satisfacer a los paladares más exigentes. En la capital de los Incas es posible comer desde el muy sencillo y delicioso choclo con queso (el mejor del planeta, si se tiene en cuenta la calidad del maíz del Valle Sagrado) hasta los más elaborados potajes de la cada vez más reconocida y celebrada gastronomía peruana. Tras los festines y degustaciones, la ciudad ofrece, como sabemos, una excitante vida nocturna. El Cusco es, al mismo tiempo, pueblerino y cosmopolita, místico y sensorial, conmovedor y placentero. Es, para decirlo en dos palabras, una maravilla.

CUSCO: CIUDAD IMPERIAL


Texto de R.L.

Hace unas semanas estuve en el ombligo del mundo. No iba hace muchos años. La primera vez que llegué al Cusco no conocí ni Machu Picchu ni Sacsayhuamán. Tampoco el mercado de San Pedro, ni el enigmático “Kamikaze” o la inagotable “Mamá África”. Nada de eso. Jamás me enteré quién o qué era San Blas o por qué un bar llamado “Los Perros” tenía amigos fieles por todas partes del mundo. En aquella oportunidad mi espíritu aventurero se quedó con ganas y solo se llevó la imagen de la Plaza de Armas y de algunas callecitas empedradas, que, precisamente, me habían llevado a conocer de manera fugaz. Desde aquel entonces Cusco fue una ciudad que me subyugó, y aún me encanta y no iba a desaprovechar mi tiempo en ella, así que me desperté temprano y no me costó mucho a pesar de haberme acostado bien tarde.

A las 9 de la mañana el centro de Cusco está infestado de turistas, bricheros, policías de tránsito, pequeños coches amarillos y ruido de voces... Caminé por todas las viejas calles de esta encantadora urbe que preserva tan bien sus raíces. Visité algunos de sus museos esplendidos pero me enamoré de uno en particular: El Museo de Arte Precolombino (MAP). Es este un museo diferente, ya que muestra piezas arqueológicas de indudable valor histórico e inobjetable valía estética. Es un lugar que rinde homenaje ecuánime a los pueblos indígenas que normalmente son excluidos del estudio del arte universal, cuyos entendidos y críticos vuelcan siempre sus miradas a valorar sólo a la limitada producción europea. Normalmente se dice que los indígenas son o eran grandes artesanos, pero creo que las palabras precisas serían que fueron y son grandiosos artistas.

La Plaza de Armas sigue siendo el centro neurálgico de locales y visitantes; las escalinatas de la catedral están llenas de gentes viendo pasar la vida; su nombre quechua es Huacaypata, y allí se celebraba cada año, entre otras festividades, el Inti Raymi o Fiesta del Sol.
Además de la Plaza de Armas, hay muchos lugares interesantes, por ejemplo el barrio de los artesanos de San Blas en la zona alta, desde donde uno puede asir con los ojos unas espectaculares vistas sobre los tejados de Cusco. El barrio, es de esos lugares bohemios que no se olvidan, en mi caso, llegué ayer y ya la mitad de los bares de San Blas tuvieron la prerrogativa de conocer mi sed.

Otro lugar imperdible es el Convento de Santo Domingo, construido sobre el Templo del Sol o Koricancha; mención aparte merece La Catedral de la ciudad, que fue erigida originalmente sobre lo que fue el antiguo templo de Suntur Wasi (Casa redonda), hoy iglesia del Triunfo. Posteriormente, se ordenó su construcción sobre el Kiswarkancha, Palacio del Inca Wiracocha. La fachada y el interior son de estilo renacentista, y sus naves, capillas y sacristías están decorados con tallas de madera de cedro y aliso. Destacan el coro, el púlpito, y los labrados de madera en altares y mobiliarios.

Compite en belleza con La Catedral, La Iglesia de la Compañía de Jesús, templo que se construyó originalmente en 1571 sobre los terrenos del antiguo Amaru Cancha, el palacio del Inca Huayna Cápac. El actual edificio es resultado de la reconstrucción hecha a la iglesia original en 1688, dañada por el terremoto de 1650. La traza original y la fachada son de estilo barroco.

Los palacios de varios reyes y emperadores Incas y de su corte, y un larguísimo etcétera de maravillas arqueológicas e históricas hacen que tu estadía en Cusco siempre sea más larga de lo que pensabas al principio; cada esquina, plaza, calle, casa, iglesia y edificio público de la antigua ciudad es una obra de arte. Levantas la vista y ves un balcón primorosamente tallado en madera, la bajas y un muro inca sirve de cimientos de una hermosa casa colonial. Por ejemplo, la Piedra de los doce ángulos o Hatunrumiyoc forma parte de un muro construido con el tipo de piedra "diorita verde", ubicado en el exterior del palacio atribuido a Inca Roca. La muralla es admirable por su arquitectura poligonal, cuyo frente abarca casi toda la calle Hatunrumiyoc. No creo que hoy en día, con toda la tecnología que tenemos, se pueda mejorar la precisión en el encaje de piedras poligonales de diferentes tamaños y proporciones que caracterizaba la arquitectura inca.

Cusco no deja de sorprenderme, y si a este pequeño breviario le sumamos que en un radio de 6 km. a la redonda hay 4 centros arqueológicos incas, -Sacsayhuaman, Q'enqo, Pukapukara y Tambomachay-, comprenderemos porque Cusco es la Capital Arqueológica de América y Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1983. Algo más lejos están Chinchero, Pisac, Ollantaytambo, y Andahuaylillas, pero las carreteras de la región son buenas, así que vale la pena visitarlas. Apostilla aparte merece el mercado dominical de Pisac, que es muy famoso, un poblado donde además los días martes, jueves y sábados se organizan una de las ferias de artesanías mas coloridas de esta parte del mundo.

Cuenta la leyenda que la cuidad imperial fue fundada por Manco Cápac y Mama Ocllo, hijos del dios Sol, cumpliendo la misión encomendada por su padre en el Lago Titicaca, de encontrar un lugar que fuese el centro de un gran imperio. Luego de fijar lo que sería el ombligo del mundo, se dedicaron a enseñar las técnicas del tejido, la cerámica, la orfebrería y la agricultura a sus primitivos pobladores. Cuenta la historia que esta mítica ciudad fue el centro de gobierno de las cuatro extensas regiones o suyos de un fabuloso señorío, el cual llegó a abarcar gran parte de los actuales países de Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina y Chile... Cuentan las anécdotas, que este es el mejor lugar del mundo para disfrutar de todos los placeres confesables y de los otros, el mejor sitio para conocer personas durante sus infatigables noches y días refugiados bajo el marco de unas construcciones antiquísimas y soberbias. Cuentan sus innumerables visitantes que hay mucho por descubrir, demasiadas cosas para forjar…
Por estas levedades y muchas razones de fondo, amo el Cusco, y volveré a ella las veces que pueda mientras viva.


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ALGUNAS SUGERENCIAS:

-Como regla general e imperativa, tienen que comer poco los dos primeros días para que a la flora intestinal se adapte a los microorganismos locales. Llevar unas tabletas de Alikal por las dudas.
- De día salir con ropa con el cual puedan tolerar de unos 20 a 24 grados. De noche salir abrigados y con un matecito de coca encima
- Taxi. En la ciudad de Cusco, casi siempre los recorridos locales suelen costar de dos a tres soles. A lo sumo, cuatro. Desde el aeropuerto no se paga más de 10 soles. Por lo general, antes de tomar un taxi, las tarifas se negocian con el chofer; no cierren trato con el primer precio que les dé, siempre traten de bajar ese precio. Esta regla de pedir descuentos se aplica a casi todos los ámbitos de la vida comercial. (Antes de tomar un taxi consultar con los pobladores locales, de por ejemplo cuanto pagaría para ir de San Blas a Tipón).
- Comida. En el centro, en los barrios de San Blas y San Cristóbal se puede comer y bien. Tres sitios que gustan y mucho son "La Chomba" (comida típica con unos chicharrones y un rocoto relleno al estilo Cusco, interesantes), "Tango Beef" y "Amaru" (pizza con masa cusqueña). También está "El Incanto", "La Cicciolina", "Fallen Angel" (tienen que ir a este lugar) y "Bohemia", entre otros.
- Bares. En el Cusco estos nueve son infaltables: El "Fallen Angel", "Kamikaze" (entrañable), "Mandela's Lounge", "La Musa", "Los Perros", "Big Blue Martini", "Km.0", "7 angelitos" (Jazz en vivo, nada mejor) y el Irish Pub (por favor, no regresen sin saborear una Guinness).
- Discotecas. Para bailar tienen cinco locales; al menos, son los que gustan: "Mama África", "Muky", "Garabato", "Ukukus" y "Mithology". En todos estos locales se escucha siempre muy buena música.
- Turismo extra. Al margen de lo que ya adquirieron en la Agencia de Viajes, les sugeriría, si disponen de ganas y tiempo, ir de compras al "Coca Shop" (en el Barrio de San Blas); es imperdonable no llevarse un recuerdo de los Mérida, los Olave o los Mendívil (los apellidos de tres familias de artesanos más famosos del Cusco); traten de ubicar al maestro Juan Cárdenas Flores en la Plaza de San Blas o en su taller "Qollqe Wasi" (casa de la plata), sobre la calle Tandapata o en su casa ubicada en la Calle Pumapaccha Nro. 634; es uno de los mejores artistas del Cusco, ganó el tradicional Santuranticuy, premio que reconoció en el 2007, de manera formal, a uno de los más sobresalientes artesanos de las últimas décadas. Aunque no le compres ninguno de sus trabajos hechos en plata, no se van a arrepentir de ver sus obras de antiquísimo refinamiento expuestos en la calle o en su taller; es un fabuloso platero. También, si se lo proponen pueden disfrutar de un viaje culinario híper exótico trasladándose a unos pocos kilómetros del Cusco: viajen a Tipón a comer cuy (pregunten por el "Ampay –cuy's"; el cuy tiene una carne tan particular e intensa, que puede transformar por unos minutos al más puritano de los parroquianos en un cavernícola gourmet, ya que el platillo se come con las manos sin necesidad de tenedores o cuchillos. Con la pachamanca sucede lo mismo); a Saylla, a probar chicharrones, y, a Oropesa, para dejarse encandilar por las chutas, esos panes gigantes que siguen tiernos a pesar del paso de los días.
- Tomar algunas precauciones frente a los "bricheros". Los bricheros son una casta de embaucadores y embaucadoras que avanzan sobre los turistas haciéndoles creer, por ejemplo, que son descendientes directísimos de algún soberano inca (o con un verso similar), con la finalidad de tener un triunfal "levante" y vivir a sus anchas y a expensas de sus víctimas durante el lapso que dure la estadía del visitante en cuestión. Avanzan como vampiros sobre sus presas, como hienas tras sus botines, con una impunidad y un ímpetu verbal-gestual arrollador que, en algunos casos irritan y te causan un inolvidable dolor auditivo; hay quienes sostienen que esta experiencia –para decirlo bíblicamente– te hace ver a Judas en traje de Adán. Como buenos depredadores en su coto de caza, están siempre merodeando en las discotecas y acechando en los lugares próximos a las plazas. Bueno, por las dudas, si alguien cae o quiere entrar al juego propuesto por él o la brichera, tengan la precaución de obligar a que el susodicho use un décuplo de preservativos para proteger vuestra salud sexual, y en el caso de la susodicha, pedirle un riguroso examen de sangre (jajajaja….mentira, ustedes harán lo que crean conveniente, pero ya están avisados; en este "resumen" he tratado de no ser tan crudo y visceral describiendo a un brichero; espero haber dorado la píldora aunque sea un poco…)