sábado, 12 de diciembre de 2009

TANTAMAYO Y EL MISTERIO DE LOS YAROWILCAS




Como todos los pueblos de las sierras huanuqueñas del Alto Marañón,Tantamayo parece colgado entre los imponentes abismos y quebradas tapizadas de campos de cultivo.

Tantamayo era un pueblito tan inaccesible y feliz que cuando llegó la televisión y vieron las primeras imágenes con las noticias, sus habitantes no podían creer que había tanta maldad en el mundo.

-Seremos zonzos, pues -dijeron los primeros habitantes que enfrentaron la caja boba.

Como todos los pueblos de las sierras huanuqueñas del Alto Marañón, Tantamayo parece colgado entre los imponentes abismos y quebradas tapizadas de campos de cultivo. Están muy cerca al cielo y a casi 3,500 metros sobre el nivel del Mar de Grau.

Su hermoso paisaje de campiñas serranas sólo es afectado por esa serpiente de tierra afirmada que trae los autos luego de siete horas de camino desde la ciudad de Huánuco hasta este bellísimo rincón de la provincia de Huamalíes. Sus habitantes son hospitalarios por naturaleza y compiten entre ellos por halagar al visitante con su célebre sopa verde y un reconfortante "calientito" de aguardiente suavizado con limón y unas yerbas secretas que heredaron de sus abuelos.

Pero la televisión también trajo la imagen de los rascacielos neoyorquinos y esa imagen quedó prendada entre sus pobladores a la hora de explicar las enigmáticas construcciones de varios pisos de altura ubicadas en las cimas de las montañas vecinas. -Nosotros también tenemos nuestros rascacielos -dicen ahora no sin orgullo- pero son los más antiguos del mundo. Y no les falta razón. Los restos arqueológicos de Sussupillo y Piruro son el principal atractivo turístico de la zona y los más visitados por los turistas que llegan a Tantamayo.

Ambas construcciones son las más cercanas y monumentales, pero en toda la provincia de Huamalíes se han identificado 81 imponentes restos arqueológicos adjudicados a la mítica civilización Yarowilca, bautizada así por el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala. Tantamayo y el reino de los Yarowilcas son ignorados en los textos escolares y en los catálogos turísticos del Perú, pero figuran como un provocador destino de aventura en las principales guías turísticas internacionales. Sin embargo, no son pocos los historiadores y arqueólogos que investigaron la zona de influencia Yarowilca, una cultura de aguerridos montañeses con afanes imperiales que llegó a dominar una extensa zona que comprende parte de los actuales territorios de Cajamarca, Huánuco, Ancash, Lima (en las provincias de Cajatambo, Canta y Huaral) y Pasco. Al viajero francés Bertrand Flornoy se le considera su "descubridor" luego de recorrer toda la zona durante treinta años.

Flornoy identificó la zona de expansión Yaro, realizó estudios que confirman una antigüedad de casi tres mil años y aseguró que su capital fue Tantamayo. Julio C. Tello, por su parte, no tuvo tiempo para investigar a fondo pero vislumbró su importancia y recomendó estudiar a la cultura de los misteriosos rascacielos. Al parecer, los constructores de Tantamayo serían una de las culturas más antiguas del Perú, que se habría gestado durante cientos de años, llegando a niveles de complejidad social y tecnológica muy altos, siendo capaces de edificar no una sino decenas y quizás cientos de construcciones de hasta 6 pisos, con escalinatas interiores en forma de caracol, algo que los incas no pudieron, o no quisieron, repetir. De Sussupillo y Piruro se dice que pudieron ser bastiones guerreros por su estratégica ubicación, pero hay quienes aseguran que los "edificios" fueron recintos sepulcrales.

Alberto Bueno Mendoza ratificó el área de expansión Yaro pero desestimó a Tantamayo como su capital. Kauffman Doig sostuvo que los Yaros se formaron luego de la desintegración de los Tiahuanaco-Huari, mientras que Waldemar Espinoza postuló que los Yaros construyeron el Gran Pajatén. Esta hipótesis, empero, fue descartada por Duccio Bonavia. Según el arqueólogo Alberto Bueno Mendoza, la influencia Yaro sobre los Chachapoyas no ha sido estudiada, pero no descarta que pudieran haber existido relaciones comerciales, incluso mencionó que en las últimas exploraciones realizadas por el arqueólogo Miguel Angel Cornejo junto a Gene Savoy se localizaron nuevos restos Chachapoyas, que demostrarían un desplazamiento de los Chachapoyas hacia la sierra de La Libertad (frontera con Huánuco). El enigma continúa. Las ciudadelas, templos, palacios y fortalezas de los Yaros son realmente espectaculares y merecen ser estudiados e incorporados dentro de circuitos ecoturísticos, ampliando así la frontera turística de nuestro país.

Hoja de ruta
------------------
Para llegar a Tantamayo hay dos vías; la primera consiste en ir de Lima a Huánuco por la Carretera Central (8 a 9 horas) y de allí siete horas más hasta Tantamayo.

La segunda es tomando los buses que van de Lima a La Unión y de allí a Tantamayo. Su terminal está en el centro de Lima, en la calle Ayacucho 942, la más recomendable es la empresa Cavassa, todos salen a las 5:00 pm, salvo la

empresa Armonía (calle Leticia 630) que tiene servicio a las 12 y a las 5 pm. De La Unión a Tantamayo parten combis todos los días a las 5:00 am (junto a la agencia de Cavassa).

También es posible tomar las combis de La Unión a Tingo Chico, y allí esperar los buses que van desde Huánuco a Tantamayo. Existe también el servicio directo Lima-Tantamayo, de la empresa Estrella Polar (Av. Luna Pizarro 330).

viernes, 11 de diciembre de 2009

ENTRE CUSCO Y PUNO: Sobre rieles, sobre ruedas





"Viajar es vencer", dice el viejo proverbio árabe: vencer lo desconocido, vencer la rutina y también, vencer la certeza de haberlo visto todo. Una nueva travesía, mitad en tren mitad por carretera, nos abre los ojos una vez más sobre los territorios insospechados que unen Cusco con Puno.


Paul Theroux es un exitoso y algo cínico novelista y escritor viajero norteamericano, cuya especialidad consiste en emprender largas rutas en tren por todo el mundo y luego relatarlas en libros que se venden por millones. Sostiene Theroux que la esencia del espíritu viajero está en hacerlo en tren, pues el tren es un microcosmos que se mueve por sí mismo, como un sistema de vida sobre rieles. No sabemos si Theroux haya tomado o no el tren Orient Express que une Cusco con Puno en diez horas, pero si no lo hizo aún, le falta una experiencia esencial. La ruta ya fue catalogada como una de las diez mejores del mundo por la revista Wanderlust, uno de los más serios referentes viajeros de Europa: "Valles, montañas e iglesias coloniales hacen camino a través del altiplano antes de que picos nevados anuncien que el tren alcanzó los 4.312 msnm. La vía desciende luego a través de pequeños pueblos y pastos ondeantes antes de alcanzar las costas del Titicaca...".


La partida, puntualísima, del tren, es a las ocho de la mañana, desde la vieja estación cusqueña de Wanchaq. Nos alegra saber que nos acompañará un día soleado: el tren cuenta con un vagón panorámico desde el cual las imágenes que se nos abren imaginariamente, de la naturaleza y los pueblos, vienen con grandeza.


Los vagones del antiguo ferrocarril han sido restaurados, rescatando su aire finisecular con buen gusto y comodidad. Un pisco sour tempranero, suave en apariencia, seco, nos entona y nos seguirá entonando por varias horas más, gracias a la cordialidad del gran barman Wilber. Estamos en la Clase Inka, y descubrimos que nos acompañan gentes de todo el mundo. Vemos familias completas, padres e hijos adolescentes y de pronto se nos hace claro que el Perú es también perfecto para este tipo de viajes familiares, donde todos disfrutan de algo específico. Hay también una clase backpacker, a muy buen precio y con la misma vista del camino.


LA OBSERVACION DE LO IMAGINADO


Gran parte de la ruta va en paralelo al río Urubamba y a la nueva carretera. Salimos por Saylla y sus chicharronerías y más tarde aparece la laguna Huacarpay, con las montañas duplicadas en sus aguas tranquilas. Estamos en zona conocida, recordamos haber visitado muchas veces lugares próximos como el centro inca de Tipón, el pueblo de Oropesa y sus panes olorosos, Andahuaylillas y su templo preñado de frescos y murales; Huasao, pueblo de brujos; Urcos. En este punto debemos elegir entre observar directamente el paisaje o remontarnos con la mente a todo lo que la ruta nos está sugiriendo, y nos quedamos con lo primero, pues el regreso, que será en bus, nos permitirá detenernos en lugares concretos. Ahora, dejemos las cosas como vienen.


A medida que vamos subiendo hacia la puna ralean los pueblos y caseríos y se impone el paisaje de pastizales planos bajo un Sol nítido. Estamos por llegar a La Raya, el límite entre los departamentos de Cusco y Puno, donde nace el río Urubamba y el punto más alto de la ruta: 4312 msnm. En este lugar el tren se detiene por unos minutos para que los pasajeros hagan sus compras, pues aquí se concentran artesanos para ofrecer sus tejidos, cerámica y sus joyas post hippies.


La entrada a Juliaca -ya con varios pisco sour entonándonos- es una alucinación. Como sabemos, el dicho popular consigna que "mientras Puno danza, Juliaca avanza", en alusión a la inagotable capacidad juliaqueña para micro comercializar todo lo imaginable. Pues bien la vía del tren cruza uno de los tantos mercados de esta ciudad -que es un mercado gigantesco- y cuando entra el dragón de fierro con su chacachaca y su sirena, centenares de puestos de ambulantes que estaban tendidos sobre la vía, se levantan por unos minutos, antes de volver a armarse con un bullicio humano que parece oriental, el sonido de la compra y de la venta de jabones, equipos de música, hierbas curativas, computadoras, comida, ropa usada, ropa nueva, espejos, discos, autopartes, zapatos, cartomancia, bicicletas, lo que sea, apenas diferenciado por billares ambulantes y canchas deportivas para armar y desarmar. Los pasajeros extranjeros pierden el habla ante el espectáculo de este mundo que no cesa de vivir ni un solo instante y nosotros, que somos parte de él, también quedamos fascinados: no es solo una estética la que nos impacta: es, sobre todo, la evidencia de la vitalidad.


Texto de R. León